Molotov. Un cóctel explosivo #VDLN 103.

Por lo visto, molotov en ruso significa martillo, el apodo con que se conocía a Viacheslav Mijáilovich Skryabin, uno de los pocos supervivientes a las purgas de Stalin en el Comiité Central del Partido Comunista. Pese a las apariencias, no le debemos la invención del famoso explosivo que lleva su nombre. Según narran los documentos de la época, el personaje era más aficionado al exterminio de “opositores” (entiéndase el término en su contexto) que a la lucha callejera. La denominación posee un origen histórico. Cuando Rusia decidió aprovechar la demencia hitleriana para apropiarse de Finlandia, los bombardeos sobre Helsinki resultaban incesantes. En algún momento, a este buen hombre no se le ocurrió mejor idea para disimular la barbarie que emitir un comunicado explicativo. Según su versión, los aviones soviéticos sobrevolaban el país de los renos para lanzar alimentos con los que paliar el hambre de la población vecina. El humor del pueblo finlandés que no solo los andaluces convierten en chiste la desgracia, bautizó aquellos regalos como cestas de harina molotov. Después alguien decidió que si los rusos ponían el pan, ellos corresponderían con el cóctel.


En un primer momento se empleó como antídoto incendiario contra los carros de combate del ejército rojo. Su sencilla preparación así lo aconsejaba. Bastaba con introducir en una botella de cristal un tercio de aceite pesado como líquido impregnante (de motor, por ejemplo), otro tanto de gasolina, dejando el resto libre para que el aire facilitara la combustión. Un instante antes de lanzarlo se prendía la mecha, un trapo impregnado de la misma gasolina y cerrado lo más hermético posible con cinta adhesiva. Pese a fotografías que hicieron fortuna mostrando otra imagen, el lanzamiento debía realizarse desde la altura de la cadera, con el brazo extendido y con el recipiente siempre sujeto por la base. Se evitaba así que un imprevisto achicharrara el rostro del combatiente. Al romperse la botella, el fuego entraba en contacto con el combustible, se inflamaba y provocaba una explosión de intensidad variable según el ángulo de lanzamiento. A 45º llegaba lejos, pero con escasa onda expansiva; a 30, justo el efecto contrario. Lo ideal, claro, a quemarropa, así no fallaba. El aceite se encargaba de adherir el fuego a un objetivo que ardía sin remedio. A veces se añadían tornillos, tuercas, cuchillas o cualquier otro elemento que echando imaginación pudiera servir de metralla. Pero eso era ya cosa de mala leche. 



Con el tiempo se perfeccionó el artilugio, nacieron las bombas de impacto. Se trataba de sustituir la mecha por ácido sulfúrico y clorato de potasio. Al romperse la botella ambos elementos reaccionaban prendiendo el combustible. A los naturales daños del fuego se añadía el efecto corrosivo del ácido y se sumaba la ventaja adicional de no delatar la posición del lanzador en batallas nocturnas.

Años más tarde se generalizó su uso en la lucha callejera. No hay revolución que se precie que no muestre la imagen de un joven encapuchado propulsando uno de estos artefactos contra la fuerza represiva de turno. Como casi todo lo sencillo, no ha perdido su vigencia. Con ligeras variantes, continúa en uso.



Personalmente, prefiero los explosivos musicales. Como Molotov, una banda mexicana formada por Tito Fuentes (guitarra), Miky Huidobro (bajo, y qué bajo), Paco Ayala (guitarra) y “el gringo” Randy Ebraigth (batería). Asumen la voz por turnos, según los rasgos del tema a interpretar, e intercambian con frecuencia los instrumentos teóricos de cada uno. Una bomba que estalla justo en la intersección entre el rock y el rap. Algo así como Rage Against the Machine, pero en mejor y en latino. Su primer trabajo, dónde jugarán la niñas (1997), los catapultó a un estrellato del que decidieron no apearse en los siguientes. En 2.007, tras la publicación de eterniamiente, un disco formado por cuatro ep’s, creados por libre por cada uno de los componentes; lanzaron el rumor de su cercana desaparición. Hasta la gira latinoamericana de 2.008 fue lacónicamente bautizada como los conciertos del adiós. A finales de ese año confiesan que todo formaba parte del espectáculo, una simple broma que surgió con la idea de grabar los temas en solitario para que todos los integrantes fabricaran su música y se sintieran a gusto. Horizontalismo puro, la sublimación del mecanismo asambleario como medio de organización: colectivizar las aportaciones individuales para crear un conjunto indivisible.



Tras un álbum en directo (desde Rusia, con amor, 2.012), en 2.014 regresan al estudio. Agua maldita se convierte en realidad. Un disco redondo para el tiempo de las descargas ilegales. Otra joya que añadir al coleccionable.



Este verano vuelven a Madrid, al novedoso marco de las noches del Jardín Botánico. No me los pierdo aunque sea al precio de tenerme que tragar primero a Jorge Drexler. No me resisto a volver a escuchar amateur (versionaza del viejo tema de Falco), hit me, la reciente lagunas metales (vaya línea de bajo) o aquel gimme the power, uno de mis himnos personales. Como suelen gritar en los conciertos, el cambio está en nosotros, échenle huevos cabrones (u ovarios o lo que haga falta), porque si le das más poder al poder más duro te van a venir a coger. Les obsequio a los mexicanos anárquicamente repartidos por esta entrada. Molotov y yo, somos así. Espero que les gusten.

Feliz #VDLN, feliz semana. Hoy con la onda expansiva de una de las mejores bandas de la historia de la música latina, salud y libertad.

PDT: aunque ni venga a cuento en esta entrada, ni me guste mucho el fútbol, FORZA ALETIIIIIIIIII!!!




Comentarios

  1. Me encanta este grupo y muy enriquecedora la clase de historia, no conocía el origen del molotov. Feliz VDLN!!

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  2. Pues en mi ignorancia sólo conocía el Give me the power en la versión Rap del videoclip, no tenía ni idea de que tocaran Rock también. Me ha flipado el batería (a parte del bajista).

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  3. Segurima estaba de no haberlos escuchado nunca, pero la verdad es que me suenan mucho aunque no de nombre. Buena semana y que el Bayern no nos estropee la fiesta!

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