Salud y revolución vegana


La Hetero-doxia vuelve a secuestrar las palabras de David López Arias para hacerlas propias. Merecen la pena. Un placer, un honor.
   
Suelo comentar que el veganismo, en su difusión, se asienta sobre tres patas: la ética, la ecológica y la salud. Yo me hice vegano por ética, y creo que no es necesaria ninguna razón más para dar el paso. Todos los animales tenemos el mismo derecho a disfrutar de nuestra vida, y punto. Como quiera que la cultura alimentaria está fuertemente arraigada en las mentalidades y, tal como dice esa frase atribuida a Einstein (me parece que demasiadas se le atribuyen) “es más difícil romper un prejuicio que un átomo”, la práctica proselitista nos lleva a usar todo el argumentario posible, además del ético, hasta encontrar la puerta que abra paso al cambio de mentalidad.

Cuando hablamos del especismo como ideología de la dominación, la relacionamos con el patriarcado, el productivismo, la homofobia, etc; la vertiente ética y ecológica suelen desenmascarar las íntimas relaciones establecidas entre esas ideologías de la dominación en el marco del capitalismo, pero ¿y la vertiente de la salud?

He chocado bastantes veces ya con activistas veganos, que en seguida comentan “no puedo con los crudis”, “los veganos saludables me dan yu-yu”, y frases parecidas que evidencian el bloqueo mental respecto a la vertiente saludable del veganismo.


Hacerse vegano y aprender sobre nutrición y salud han ido de la mano en mi caso, y me parece bastante lógico. Uno de los pilares del veganismo es el cambio de dieta, y ya que ésta es la base de nuestra salud, es lógico preocuparse de la autogestión de nuestra alimentación para estar sano. Y si se profundiza algo más, se ve claramente la mano negra de las ideologías de la dominación en el tema de la nutrición y la salud, a través de esos chamanes modernos, los médicos, en connivencia con las multinacionales alimentarias y farmacéuticas. Demasiados intereses en mantenernos enfermos. La enfermedad es un gran negocio.

Una dieta sana puede ser una dieta emancipatoria, basada en la medida de lo posible en productos locales, pequeños productores ecológicos, desmarcándonos de las grandes empresas de distribución alimentaria, de los productos procesados de las multinacionales productoras de alimentos vacíos de nutrientes y repletos de venenos. Se puede llevar una dieta estrictamente vegana y resultar una dieta insana. Y una dieta insana que sigue alimentando el monstruo de las grandes empresas alimentarias y farmacéuticas, y también esa nueva amenaza que suponen las empresas capitalistas que quieren hacer caja en el mercado vegano, y que ofrecen cada vez más productos muy manipulados, nada sanos y éticamente cuestionables, en el sentido de que siguen manteniendo en el dietario los “sustitutos de”. Quiero decir que no me siento cómodo, como vegano, ante un plato de “costillas de torero”, filete de seitán, salchichas, chorizo, por muy veganos que sean, siguen manteniendo esa dependencia psicológica de la dieta carnívora tradicional. Reconozco que pueden ayudar en la transición para mucha gente, pero no me parecen idóneos para el progreso del ideario vegano.


Al principio, cuando escuchaba algunos discursos de veganos “saludables”, que daban “abrazos de luz” y conectaban con “el universo”, a mí también me causaban rechazo. Sin embargo, cuando te centras en la parte práctica de los veganos “pro salud” encuentras todo el sentido a su discurso, y si lo practicas en tu dieta, los efectos son tan evidentes que no se les puede negar la razón. Algo que vieron como evidente los padres de la ciencia médica, el lema de Hipócrates: “Que tu medicina sea tu alimento, y que tu alimento sea tu medicina” y que hoy, salvo excepciones, ha olvidado la doctrina oficial de la medicina, es una receta que atacaría a la línea de flotación de ese eje del mal que forman las multinacionales agroalimentarias y farmacéuticas, así que, ser un vegano saludable, es también ser un vegano revolucionario. Cambia tu dieta, mejora tu salud y mejorarás el mundo.
                                             
                                          Por David López Arias.

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