La interpretación de los fósiles

El último trofeo que obtuve en mi tan corta como poco brillante carrera de ajedrecista, fue un extraño libro sobre metodología paleo-antropológica. Escrito en los años ochenta por el bioquímico británico Roger Lewin, se publicó bajo el inapetente título de “La interpretación de los fósiles: una polémica búsqueda del origen del hombre”. Aunque apuntaba maneras de ladrillo, pronto descubrí lo nefasto de los prejuicios. Entre sus páginas, colonicé la idea de que hasta en ese edén de la racionalidad que denominamos ciencia, cada cual termina viendo lo que desea, lo que verifica sus principios y niega con inapelable certeza los ajenos. Una especie de versión laica de las apariciones marianas. Incluso el admirado Richard Leakey, metió la pata bien honda con su célebre Niño de Turkana. Le vencieron la fe en sus tesis y el afán por mostrar la falsedad de las opuestas.

Australophitecus al margen, algo similar sucede con la incómoda digestión de los hechos políticos. Cada analista, cada partido, cada ciudadano, intuye en aburridos histogramas la exactitud de su examen, el indiscutible éxito de sus propuestas y el acierto de su voto. Todos observan su copa a rebosar de un exquisito reserva de Burdeos, frente a los residuos de peleón manchego que sobreviven en la de la competencia. Se hace imprescindible una analítica completa, decente y desapasionada de ese juez implacable que llamamos datos.

La dimisión del rey, eso que en el caduco lenguaje de la caduca institución, conocemos por abdicar; ha sido valorada por cada uno, según sus deseos. El PP con sus tópìcos habituales para españolistas con déficit cerebral: " último servicio a la patria", "acto de generosidad de singular calado", “normalidad institucional”... El PSOE en su linea de "no sabe, no contesta". Casi mejor que no digan nada. El bufón Peñafiel perdido en los relatos del bombero torero. Los nacionalistas empeñados en confirmar su condición de prisioneros de la historia. Su casta dominante, en la de oportunistas de barrio que ven la opción de alcanzar en el pueblo, la fortuna que se negó en ámbitos más amplios. IU expresando lo mismo de siempre y con el mismo lenguaje de siempre. Rancio, prehistórico, fracasado, gastado por repetido, acorde a las ideas y personalidad política de su “carismático" líder. Los tertulianos, al dictado de quien paga, en un torneo gastronómico con premio a la mejor estupidez deconstruida. Me duele, por proximidad personal, la ingenuidad del fenómeno Podemos. Desde el respeto a la buena intención que os reconozco y desde la pública discrepancia sobre la táctica escogida, me permito preguntar: ¿de verdad creéis que menos de un cinco por ciento del censo, en unas elecciones a la nada, va a provocar la caída de la bestia? Si se trata de una estrategia para elevar la moral de la tropa, pase. Pero si es esa la conclusión sincera, me preocupa. Esperaba más, mucho más de quienes fueron mis compañeros en las plazas. Tampoco ha sido la expectativa de un parlamento menos acogedor, la causa última del enroque. Eso lo soluciona el jefe Botín con un puñado de horas de tele y cuatro sermones radiofónicos.




No nos equivoquemos. Es la TV, la orwelliana telepantalla, la que crea y destruye mitos; la que arruina enmiendas a la totalidad del sistema; la que se muestra capaz de convertir en moderna a la misma Charanga del Tío Honorio; la que vende como intelectuales a simples maleducados; la que por libre designación, obsequia el cargo de alternativa política a quien desea por enemigo y se lo niega a quien teme. Es ella quien convierte en ídolos de leyenda a medianías que dan el papel y quien las extermina cuando dejan de repartir dividendos. Por evitar ejemplos conflictivos pensemos en ... Belén Esteban. Refinada y culta ciudadana a la que fabricaron como princesa del pueblo, cuando sus modales apuntaban más a camarera de barra americana. Sin que establezca la menor semejanza entre ambos personajes, fue la tele la que encumbró a Pablo Iglesias al estrellato político y no un programa o un método que, en lo esencial, se mostraba idéntico al de Equo o al de los X. Lo contrario es negar la evidencia. Siento como lógico y como ético aprovechar la oportunidad ofrecida. Como estúpido ... negarlo. Os deseo la mejor de las fortunas compañeros, aunque, en lo más íntimo de mi mente, sobreviva la idea de que de modo involuntario servís a la ficción de la democracia representativa: hacernos soñar que poseemos el derecho a decidir, mientras se nos reserva la simple obligación de obedecer.

Entre tanta homilía dominical, me creo en la potestad de emitir la propia. Tan sesgada como todas, tan legítima como cualquiera.

Hace unas pocas semanas el FMI advertía que los desajustes de las “pigeconomías”, sobrevivían a las correcciones realizadas. Recomendaba nuevos recortes para restablecer el equilibrio. Tan solo dos días después de las europeas, el presidente del BCE descorría la cortina de un secreto a voces: la deuda de España, Grecia y Cia se encuentra sobrevalorada en los mercados internacionales. Dicho de otro modo, que la contención de la prima de riesgo no es consecuencia de las iniciativas adoptadas, sino de la pura especulación de los operadores financieros y de la pasta que las autoridades monetarias se han dejado por el camino. Llega el momento de hacer caja y de vender a precio de mercedes clase S, lo que adquirieron al cambio de Dacia Logan. Se imponen nuevos ajustes. Como anticipo, ya se elevaron las cotizaciones de los autónomos a primero de año y, con la discreción de quien se reconoce en acto delictivo, se han reducido los tipos del impuesto de sociedades a las grandes empresas. Un simple aperitivo de lo que se nos avecina. 


Para celebrar la ceremonia de la confusión y que la peña se distraiga con el nodo, en lugar de atender a la película, ya se han plantado los primeros árboles. Los temidos antisistema han sido reconducidos. Con todos los medios al alcance, se fomentaron resultados electorales que alientan esperanzas baldías. IU y Podemos han subido en votos y en escaños, pero a resguardo de obtener una cuota de poder que ponga en peligro a los amos del calabozo. Ahora toca cambio de coche. La sustitución de uno con 600.000 campechanos kilómetros pero repleto de abolladuras, por otro seminuevo y bastante mejor de chapa. Como en el antiguo anuncio de Renault, joven pero sobradamente preparado. Después, el mundial de fútbol. Iniesta, el prometedor intelectual Sergio Ramos y el gol importado de Costa, como cloroformo infalible para espíritus inquietos. Todo atado y bien atado. Aunque apetezca otra metáfora menos elegante: abrid la boca, preparad las gargantas y proveeros de unas cuantas cajas de lizipaina. Me temo que nos serán necesarias.

Supongo que mi opinión, como casi siempre, resultará equivocada. Al contrario que algunos compañeros que se enfadan en cuanto no cantas nanas a la niña de sus ojos, me despido con una estrofa de ese genio sencillo que conocemos por Kiko Veneno: es bonito saber que no hace falta tener razón...

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