Cosas que no hay que contar

No es preciso pasar seis años enjaulado en una Facultad de Medicina, para comprender que el correcto tratamiento de una patología precisa, al menos, de dos elementos esenciales: un exacto conocimiento de los remedios disponibles y un adecuado diagnóstico de la enfermedad. En nuestra sociedad, quizá por la urgencia del cuadro clínico que se nos presenta, tendemos a centrarnos en lo primero y a dar por conocido lo segundo. Nos equivocamos. La casta política y los opositores a plaza en propiedad, han estudiado con el detenimiento relativo, propio de su oficio, cuáles son las medicinas disponibles. Pero debieron tener reunión del partido la tarde que explicaron como interpretar las analíticas. Sin la observación sincera, honesta y sin prejuicios de la realidad, no resulta extraño que terminen recetando hemoal para el alivio de una faringitis o dada la modernidad de alguna de las propuestas, sanguijuelas frente a una agresiva tuberculosis.

Como el tema da para mucho, lo divido en varias entregas. Hoy tratamos de afinar el diagnóstico. En las próximas que ni están escritas, ni tienen fecha prevista de salida, nos pronunciaremos sobre la medicación. Creo que entre todas habré conseguido reducir a la mitad el número de mis seguidores en redes sociales.

Por las razones antes examinadas, los sectores autodenominados alternativos del mapa social, cometen al menos cinco errores de bulto en el análisis de la realidad política. Los estudiamos uno a uno.


1.- Sobrevaloración de la idea de la unidad de la izquierda.

Se vende como probado que por la mera adición del voto progresista se ganan las elecciones o, en su defecto, se alcanza una minoría lo bastante significativa como para reorientar el sentido de las medidas actuales.

Imagen de El País
La primera presunción muere en cuanto se analizan las encuestas sobre estimación de voto. El último sondeo de Metroscopia para El País muestra una IU entre un 12% y un 13%. A estas alturas considerar al PSOE como fuerza de izquierdas no parece serio, pero ni aun así obtendrían un resultado comparable al del PP en las últimas. El resto, ni aparecen. No pintan nada y de conseguir alguna mejoría apreciable sería a costa de los mencionados. Suponer que todos los votantes del Partido Socialista lo son en potencia de ese hipotético Frente Popular es como pensar que todos los alemanes son altos, fuertes, rubios, gordos y con bigote. Ya han visto quienes así opinan a Pepe Bono, al actual alcalde de Toledo o a la señora Talegón apoyar a los “antisistema”.

Para desmontar la segunda de las presunciones no es preciso extenderme tanto. Basta con observar lo que ha sucedido en Andalucía por acción y en Extremadura por omisión. Para lo que ha servido el voto “de izquierdas”. Pregunten a Sánchez Gordillo. Parece que vemos en la unidad una especie de seguro de vida político. Un arma infalible. Olvidamos que, como diría el gran Ramón Gómez de la Serna, "los seguros de vida son en realidad seguros de muerte".


2.- Sobrevaloración del poder político como herramienta para el cambio.

Se dan por ciertas otras dos afirmaciones que quedan pendientes de demostración: que una vez en el gobierno es sencillo modificar la realidad social y que además es desde el poder como mejor y más rápido se articulan las reformas. Ambos principios me parecen equivocados. Resulta mucho más probable que el poder cambie a quien lo ejerce que la función inversa. Mostrar ahora las fotos de Felipe González y Alfonso Guerra,  con el puño en alto y disfrazados de proletarios, se me antoja una crueldad innecesaria... para quienes los votaron como defensores de los asalariados. Del sindicalismo vertical contemporáneo, mejor ni hablamos. La única transformación que conocen sus líderes es la de las cuentas corrientes.

La segunda de las ideas se me antoja de sencilla demostración. El Banco de Santander o el BBVA jamás se han presentado a unas elecciones y, sin embargo, llevan años al timón del país. Un lobby, en esta sociedad tecnológica, representa el poder real, frente al nominal de los gobiernos oficiales nacidos de las urnas. La banca “elige” sus representantes, la sociedad debe hacer lo propio. De hecho, buena parte de los grandes avances se han obtenido, gracias a la presión social... con la derecha en el poder. La supresión del servicio militar obligatorio, la regulación del divorcio o la eliminación de la licencia marital para administrar los bienes de la mujer casada, solo constituyen unos pocos ejemplos. Como se ha demostrado en Gamonal, la voz de los contenedores ardiendo – la de una sociedad en activa desobediencia –, se presenta como un arma mucho más efectiva que el triunfo electoral. Se reparten, eso sí, menos cargos entre los afines. No comprendo como en aras a la practicidad apostamos por conquistar el poder para transformarlo. Cuando los cimientos de un inmueble se pudren, lo más cómodo, sencillo y barato es echarlo abajo y levantar uno nuevo. La reforma desde dentro es pura temeridad, sobre todo cuando la amenaza de ruina es inminente.


3.- Interpretación del 15M como movimiento “de izquierdas”.

Las fronteras entre izquierda y derecha cada vez se encuentran más difusas. ¿Donde colocamos a los votantes socialistas? Junto al tenedor o al lado del cuchillo. ¿Son todos comunistas engañados? Hasta en supuestos tan confesamente claros como puede ser el mío, – no tengo reparo alguno en declararme como convencido antisistema – , la cuestión no debe mostrarse tan sencilla. La frecuencia con que se me ha calificado de fascista por criticar a determinadas organizaciones institucionalizadas, así parece indicarlo.

De vuelta al origen, se confunden quienes identifican al 15M como grupo político de izquierdas. Se trata de un movimiento ciudadano, de base amplia, en el que caben seres distintos con diferentes visiones de la sociedad y del mundo. Eso hizo grande a las plazas. Más que unas ideologías concretas, lo novedoso era el método y ese reclamar la política como “cosa de civiles” y no de los integrantes de la casta. Por eso cayó simpático y por eso captó el apoyo de personas que en principio no resultaban próximas.

Sería un error construir la sociedad del futuro con la exclusiva aportación de un sector. Izquierdas, derechas, centristas, escépticos y antisistemas, tenemos el derecho y la obligación de convivir. De encontrar unos modos y unas formas que a todos nos permitan sentirnos relativamente cómodos. La fórmula de alternancia derecha-izquierda solo contribuye al enfrentamiento permanente y a una inflación absurda de normas opuestas en materias clave como educación, sanidad, defensa, servicios públicos, política ambiental... Lo que uno anda el otro lo vuelve del revés. Y eso que los dos caminan poco.

Foto: Rafa Hernández

Soy pesado, lo sé, al hablar de sociedad paralela, de ese nuevo mundo que como el metro lo tenemos debajo y no lo percibimos. Aconsejo asistir a cualquier CSOA y observar los modos de convivencia entre diferentes, incluso entre opuestos, que allí se descubren. El “quince” no ha patentado una marca, una formulación de alquimia para determinado producto electoral. Que más quisieran Pablo Iglesias y su gente. Lo característico del movimiento es el método. No nos hemos conformado con cambiar la calle, hemos modificado la forma de estar en ella y el modo de mirarla. Como la célebre frase del subcomandante Marcos, “ yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni tú ni yo obliguemos al otro a ser como tú o como yo”.


4.- Creencia de que “lo de izquierdas” es moderno y avanzado, mientras la derecha está trasnochada.

Lo segundo es casi exacto, pero no lo primero. Sorprende, todavía sorprende, el machismo patológico, el especismo cruel, el nacionalismo intolerante (valga la redundancia), la falta de respeto por el medio ambiente y los modos y maneras dictatoriales de ir por la vida que uno llega a encontrarse en partidos y sindicatos de la izquierda oficial. Los límites a la crítica interna, proverbiales en determinadas corrientes ideológicas y que pretenden exportar a cuantas organizaciones colonizan, constituyen tan solo un ejemplo. “Ser de izquierdas” no es una patente de modernidad. La condición de izquierdista y de antigualla conservadora no parecen incompatibles. Conozco muchos ejemplos. Algunos los he sufrido en mis carnes.


5.- Sobrevaloración de IU y de CCOO como posibles impulsores del cambio social.

Este punto resulta para mí el más delicado. No por la dificultad argumental, sino por la sobredosis de correos insultantes que preveo recibir a la publicación de estas líneas. Topamos de nuevo con la Iglesia.

Si las encuestas no resultan inexactas, Izquierda Unida obtendría ahora mismo poco más de dos millones de votos. Pongamos tres por aquello de las todavía vigentes rebajas de enero. Y qué es eso con la que está cayendo. De verdad puede plantearse como alternativa una fuerza que en una situación como la actual no es capaz de superar el 15% del electorado. La historia pesa. IU tiene que soportar la losa histórica del partido comunista. Una carga que impide el despegue. Miramos demasiado a IU. Su ausencia lejos de constituir obstáculo permitiría el acercamiento de miles de ecologistas, de ”indignados” de hecho, de simples ciudadanos sin marca que ven en Cayo y los suyos un residuo de la ideología que levantó el muro de Berlín. Unas ideas, tan actuales y tan atractivas para el conjunto de la sociedad, como el peinado del dueño de Corea del Norte, ese que se cargó al tío y borró su rastro de las fotos.

Somos muchos ya quienes estamos hasta las narices que se presente a IU como alternativa a todo este montaje de la casta dominante. Lo siento, como organización son cómplices. ¿No estaban en el parlamento? ¿No estaban en determinados gobiernos autonómicos o municipales cuando se atascó el retrete y la mierda empezó a nadar por encima de la taza? ¿Qué no todos son iguales? Por favor que alguien me explique la diferencia entre la corrupción de los ERES andaluces y el resto, entre los “desajustes presupuestarios” de su ayuntamiento estrella (Rivas) y el resto, entre las facturas falsas de UGT y Comisiones y el resto. ¿Que “los otros” tienen más? Es posible, pero no se trata de elegir al menos corrupto, sino de evitar a todos.


Que nadie vea en esta argumentación filias o fobias personales. Nada más lejos. Entre los votantes, militantes y hasta en muchos cargos de IU, encuentro innumerables afinidades. Como en los versos de Carlos Villa Valle, “yo no maldigo las tinieblas, solo enciendo la luz”.

Lamento constituirme de nuevo en elemento discordante, en ese árbol solitario en mitad de la estepa manchega, pero entre los “Podemos” y entre los “No podéis que yo estaba aquí antes”, se desatan euforias sin causa que cuando calman, producen el inmenso dolor de la desilusión. También se cierran puertas. Será coincidencia pero cada vez que la esperanza revolucionaria se asoma a la ventana; cada vez que la insumisión social alcanza algún logro significativo, aparece algún habitante de cierto barrio o de sus proximidades a proponer la cómoda alternativa de votar y a casa. Respeto a la gente de anticapitalistas (la marca blanca de IU que impulsan Iglesias y Cía), respeto a la gente de Izquierda Unida, pero con la mano en el corazón, no veo utilidad para sus movimientos. Bueno solo la obvia, que alguno se va a resolver la vida.

El papel de estas organizaciones se refleja en las recientes declaraciones de Anguita. El mítico líder comunista manifestaba estar conforme con Podemos, pero deberse al partido. Le perdió la boca. Julio nunca supo mentir. Equivocado o no siempre se mostró un tipo honesto, válido e inteligente como pocos. Y en esta ocasión no iba a ser distinto. Esa frase del admirado califa cordobés resume el por qué la caducidad de determinadas formas representativas.

No nos confundamos, las instituciones del siglo pasado como IU, como Comisiones, como el PSOE, como UGT, como el PP y como el resto de los de la vieja escuela, nacionalistas incluidos, no tienen ya nada que ofrecer. Ha pasado su tiempo. El dos como primera cifra del año produce alergias. El único servicio que a estas alturas pueden prestar a la comunidad es ... disolverse, entregar las armas y pedir perdón a las víctimas. Somos muchas.



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