Cosas que no hay que contar
No
es preciso pasar seis años enjaulado en una Facultad de Medicina,
para comprender que el correcto tratamiento de una patología
precisa, al menos, de dos elementos esenciales: un exacto
conocimiento de los remedios disponibles y un adecuado diagnóstico
de la enfermedad. En nuestra sociedad, quizá por la urgencia del
cuadro clínico que se nos presenta, tendemos a centrarnos en lo
primero y a dar por conocido lo segundo. Nos equivocamos. La casta
política y los opositores a plaza en propiedad, han estudiado con el
detenimiento relativo, propio de su oficio, cuáles son las medicinas
disponibles. Pero debieron tener reunión del partido la tarde que
explicaron como interpretar las analíticas. Sin la observación
sincera, honesta y sin prejuicios de la realidad, no resulta extraño
que terminen recetando hemoal para el alivio de una faringitis o dada
la modernidad de alguna de las propuestas, sanguijuelas frente a una
agresiva tuberculosis.
Como el tema da para mucho, lo divido en varias entregas. Hoy tratamos de afinar el diagnóstico. En las próximas que ni están escritas, ni tienen fecha prevista de salida, nos pronunciaremos sobre la medicación. Creo que entre todas habré conseguido reducir a la mitad el número de mis seguidores en redes sociales.
La
primera presunción muere en cuanto se analizan las encuestas sobre
estimación de voto. El último sondeo de Metroscopia para El País
muestra una IU entre un 12% y un 13%. A estas alturas considerar al
PSOE como fuerza de izquierdas no parece serio, pero ni aun así
obtendrían un resultado comparable al del PP en las últimas. El
resto, ni aparecen. No pintan nada y de conseguir alguna mejoría
apreciable sería a costa de los mencionados. Suponer que todos los
votantes del Partido Socialista lo son en potencia de ese hipotético
Frente Popular es como pensar que todos los alemanes son altos,
fuertes, rubios, gordos y con bigote. Ya han visto quienes así
opinan a Pepe Bono, al actual alcalde de Toledo o a la señora
Talegón apoyar a los “antisistema”.
Para desmontar la segunda de las presunciones no es preciso extenderme tanto. Basta con observar lo que ha sucedido en Andalucía por acción y en Extremadura por omisión. Para lo que ha servido el voto “de izquierdas”. Pregunten a Sánchez Gordillo. Parece que vemos en la unidad una especie de seguro de vida político. Un arma infalible. Olvidamos que, como diría el gran Ramón Gómez de la Serna, "los seguros de vida son en realidad seguros de muerte".
Soy pesado, lo sé, al hablar de sociedad paralela, de ese nuevo mundo que como el metro lo tenemos debajo y no lo percibimos. Aconsejo asistir a cualquier CSOA y observar los modos de convivencia entre diferentes, incluso entre opuestos, que allí se descubren. El “quince” no ha patentado una marca, una formulación de alquimia para determinado producto electoral. Que más quisieran Pablo Iglesias y su gente. Lo característico del movimiento es el método. No nos hemos conformado con cambiar la calle, hemos modificado la forma de estar en ella y el modo de mirarla. Como la célebre frase del subcomandante Marcos, “ yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni tú ni yo obliguemos al otro a ser como tú o como yo”.
Como el tema da para mucho, lo divido en varias entregas. Hoy tratamos de afinar el diagnóstico. En las próximas que ni están escritas, ni tienen fecha prevista de salida, nos pronunciaremos sobre la medicación. Creo que entre todas habré conseguido reducir a la mitad el número de mis seguidores en redes sociales.
Por
las razones antes examinadas, los sectores autodenominados
alternativos del mapa social, cometen al menos cinco errores de bulto
en el análisis de la realidad política. Los estudiamos uno a uno.
1.-
Sobrevaloración de la idea de la unidad de la izquierda.
Se
vende como probado que por la mera adición del voto progresista se
ganan las elecciones o, en su defecto, se alcanza una minoría lo
bastante significativa como para reorientar el sentido de las medidas
actuales.
Imagen de El País |
Para desmontar la segunda de las presunciones no es preciso extenderme tanto. Basta con observar lo que ha sucedido en Andalucía por acción y en Extremadura por omisión. Para lo que ha servido el voto “de izquierdas”. Pregunten a Sánchez Gordillo. Parece que vemos en la unidad una especie de seguro de vida político. Un arma infalible. Olvidamos que, como diría el gran Ramón Gómez de la Serna, "los seguros de vida son en realidad seguros de muerte".
2.-
Sobrevaloración del poder político como herramienta para el cambio.
Se
dan por ciertas otras dos afirmaciones que quedan pendientes de
demostración: que una vez en el gobierno es sencillo modificar la
realidad social y que además es desde el poder como mejor y más
rápido se articulan las reformas. Ambos principios me parecen
equivocados. Resulta mucho más probable que el poder cambie a quien
lo ejerce que la función inversa. Mostrar ahora las fotos de Felipe
González y Alfonso Guerra, con el puño en alto y disfrazados de
proletarios, se me antoja una crueldad innecesaria... para quienes
los votaron como defensores de los asalariados. Del sindicalismo
vertical contemporáneo, mejor ni hablamos. La única transformación
que conocen sus líderes es la de las cuentas corrientes.
La
segunda de las ideas se me antoja de sencilla demostración. El Banco
de Santander o el BBVA jamás se han presentado a unas elecciones y,
sin embargo, llevan años al timón del país. Un lobby, en esta
sociedad tecnológica, representa el poder real, frente al nominal de
los gobiernos oficiales nacidos de las urnas. La banca “elige”
sus representantes, la sociedad debe hacer lo propio. De hecho, buena
parte de los grandes avances se han obtenido, gracias a la presión
social... con la derecha en el poder. La supresión del servicio
militar obligatorio, la regulación del divorcio o la eliminación de
la licencia marital para administrar los bienes de la mujer casada,
solo constituyen unos pocos ejemplos. Como se ha demostrado en
Gamonal, la voz de los contenedores ardiendo – la de una sociedad en
activa desobediencia –, se presenta como un arma mucho más efectiva que el
triunfo electoral. Se reparten, eso sí, menos cargos entre los
afines. No comprendo como en aras a la practicidad apostamos por
conquistar el poder para transformarlo. Cuando los cimientos de un
inmueble se pudren, lo más cómodo, sencillo y barato es echarlo
abajo y levantar uno nuevo. La reforma desde dentro es pura
temeridad, sobre todo cuando la amenaza de ruina es inminente.
3.-
Interpretación del 15M como movimiento “de izquierdas”.
Las
fronteras entre izquierda y derecha cada vez se encuentran más
difusas. ¿Donde colocamos a los votantes socialistas? Junto al
tenedor o al lado del cuchillo. ¿Son todos comunistas engañados?
Hasta en supuestos tan confesamente claros como puede ser el mío, –
no tengo reparo alguno en declararme como convencido antisistema –
, la cuestión no debe mostrarse tan sencilla. La frecuencia con que
se me ha calificado de fascista por criticar a determinadas
organizaciones institucionalizadas, así parece indicarlo.
De
vuelta al origen, se confunden quienes identifican al 15M como grupo
político de izquierdas. Se trata de un movimiento ciudadano, de base
amplia, en el que caben seres distintos con diferentes visiones de la
sociedad y del mundo. Eso hizo grande a las plazas. Más que unas
ideologías concretas, lo novedoso era el método y ese reclamar la
política como “cosa de civiles” y no de los integrantes de la
casta. Por eso cayó simpático y por eso captó el apoyo de personas
que en principio no resultaban próximas.
Sería
un error construir la sociedad del futuro con la exclusiva aportación
de un sector. Izquierdas, derechas,
centristas, escépticos y antisistemas, tenemos el derecho y la
obligación de convivir. De encontrar unos modos y unas formas que a
todos nos permitan sentirnos relativamente cómodos. La fórmula de
alternancia derecha-izquierda solo contribuye al enfrentamiento
permanente y a una inflación absurda de normas opuestas en materias
clave como educación, sanidad, defensa, servicios públicos,
política ambiental... Lo que uno anda el otro lo vuelve del revés.
Y eso que los dos caminan poco.
Foto: Rafa Hernández |
Soy pesado, lo sé, al hablar de sociedad paralela, de ese nuevo mundo que como el metro lo tenemos debajo y no lo percibimos. Aconsejo asistir a cualquier CSOA y observar los modos de convivencia entre diferentes, incluso entre opuestos, que allí se descubren. El “quince” no ha patentado una marca, una formulación de alquimia para determinado producto electoral. Que más quisieran Pablo Iglesias y su gente. Lo característico del movimiento es el método. No nos hemos conformado con cambiar la calle, hemos modificado la forma de estar en ella y el modo de mirarla. Como la célebre frase del subcomandante Marcos, “ yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni tú ni yo obliguemos al otro a ser como tú o como yo”.
4.-
Creencia de que “lo de izquierdas” es moderno y avanzado,
mientras la derecha está trasnochada.
Lo
segundo es casi exacto, pero no lo primero. Sorprende, todavía
sorprende, el machismo patológico, el especismo cruel, el
nacionalismo intolerante (valga la redundancia), la falta de respeto
por el medio ambiente y los modos y maneras dictatoriales de ir por
la vida que uno llega a encontrarse en partidos y sindicatos de la
izquierda oficial. Los límites a la crítica interna, proverbiales
en determinadas corrientes ideológicas y que pretenden exportar a
cuantas organizaciones colonizan, constituyen tan solo un ejemplo.
“Ser de izquierdas” no es una patente de modernidad. La condición
de izquierdista y de antigualla conservadora no parecen
incompatibles. Conozco muchos ejemplos. Algunos los he sufrido en mis
carnes.
5.-
Sobrevaloración de IU y de CCOO como posibles impulsores del cambio
social.
Este
punto resulta para mí el más delicado. No por la dificultad
argumental, sino por la sobredosis de correos insultantes que preveo
recibir a la publicación de estas líneas. Topamos de nuevo con la
Iglesia.
Si
las encuestas no resultan inexactas, Izquierda Unida obtendría
ahora mismo poco más de dos millones de votos. Pongamos tres por
aquello de las todavía vigentes rebajas de enero. Y qué es eso con
la que está cayendo. De verdad puede plantearse como alternativa una
fuerza que en una situación como la actual no es capaz de superar el
15% del electorado. La historia pesa. IU tiene que soportar la losa
histórica del partido comunista. Una carga que impide el
despegue. Miramos demasiado a IU. Su ausencia lejos de constituir
obstáculo permitiría el acercamiento de miles de ecologistas, de
”indignados” de hecho, de simples ciudadanos sin marca que ven
en Cayo y los suyos un residuo de la ideología que levantó el muro
de Berlín. Unas ideas, tan actuales y tan atractivas para el
conjunto de la sociedad, como el peinado del dueño de Corea del
Norte, ese que se cargó al tío y borró su rastro de las fotos.
Somos
muchos ya quienes estamos hasta las narices que se presente a IU como
alternativa a todo este montaje de la casta dominante. Lo siento,
como organización son cómplices. ¿No estaban en el parlamento? ¿No
estaban en determinados gobiernos autonómicos o municipales cuando
se atascó el retrete y la mierda empezó a nadar por encima de la
taza? ¿Qué no todos son iguales? Por favor que alguien me explique
la diferencia entre la corrupción de los ERES andaluces y el resto,
entre los “desajustes presupuestarios” de su ayuntamiento
estrella (Rivas) y el resto, entre las facturas falsas de UGT y
Comisiones y el resto. ¿Que “los otros” tienen más? Es posible,
pero no se trata de elegir al menos corrupto, sino de evitar a todos.
Que
nadie vea en esta argumentación filias o fobias personales. Nada más
lejos. Entre los votantes, militantes y hasta en muchos cargos de IU,
encuentro innumerables afinidades. Como en los versos de Carlos Villa
Valle, “yo no maldigo las tinieblas, solo enciendo la luz”.
Lamento
constituirme de nuevo en elemento discordante, en ese árbol
solitario en mitad de la estepa manchega, pero entre los “Podemos” y
entre los “No podéis que yo estaba aquí antes”, se desatan
euforias sin causa que cuando calman, producen el inmenso dolor de
la desilusión. También se cierran puertas. Será coincidencia pero
cada vez que la esperanza revolucionaria se asoma a la ventana; cada
vez que la insumisión social alcanza algún logro significativo,
aparece algún habitante de cierto barrio o de sus proximidades a
proponer la cómoda alternativa de votar y a casa. Respeto a la gente
de anticapitalistas (la marca blanca de IU que impulsan Iglesias y
Cía), respeto a la gente de Izquierda Unida, pero con la mano en el
corazón, no veo utilidad para sus movimientos. Bueno solo la obvia,
que alguno se va a resolver la vida.
El
papel de estas organizaciones se refleja en las recientes
declaraciones de Anguita. El mítico líder comunista manifestaba
estar conforme con Podemos, pero deberse al partido. Le perdió la
boca. Julio nunca supo mentir. Equivocado o no siempre se mostró un
tipo honesto, válido e inteligente como pocos. Y en esta ocasión no
iba a ser distinto. Esa frase del admirado califa cordobés resume el
por qué la caducidad de determinadas formas representativas.
No
nos confundamos, las instituciones del siglo pasado como IU, como
Comisiones, como el PSOE, como UGT, como el PP y como el resto de los
de la vieja escuela, nacionalistas incluidos, no tienen ya nada que
ofrecer. Ha pasado su tiempo. El dos como primera cifra del año
produce alergias. El único servicio que a estas alturas pueden
prestar a la comunidad es ... disolverse, entregar las armas y pedir
perdón a las víctimas. Somos muchas.
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